sábado, 31 de mayo de 2014

Novedades sobre moluscos de río y marinos en el interior durante el Calcolítico

No es algo muy habitual hasta el momento la presentación de estudios realizados sobre moluscos en el interior peninsular en momentos prehistóricos. Bien es cierto que últimamente la tendencia está cambiando, sobre todo con la ampliación del interés de ciertos investigadores por registros arqueológicos inusuales para los estudios arqueomalacológicos. Mientras en las zonas costeras este tipo de restos reciben una atención equivalente a otros como la cerámica o los restos óseos, en el interior han sidos ignorados en muchos casos, a excepción de hallazgos particularmente llamativos como las ostras en yacimientos romanos o los objetos de adorno realizados sobre conchas marinas, que se han localizado en muchas tumbas neolíticas. 

Como digo, fuera de estos casos puntuales poco se ha estudiado al respecto, a pesar de que la utilización de recursos acuáticos, y especialmente de moluscos, por parte de sociedades prehistóricas es habitual en la Península Ibérica.Por ello es especialmente relevante el caso que presento, un reciente trabajo que ha estudiado los moluscos del yacimiento calcolítico de El Hornazo, ubicado en el barrio burgalés de Villimar. Este yacimiento, excavado durante las obras del desvío ferroviario de la capital burgalesa por las empresas Argea Consultores y 2B Arqueología y Gestión del Patrimonio, fue sometido a estudio para la elaboración de la tesis doctoral de quien escribe estas líneas, contando con la inestimable colaboración para el estudio de los moluscos de los especialistas Igor Gutiérrez y David Cuenca. El Hornazo es un yacimiento típico del Calcolítico: sin evidencias monumentales, es una aglomeración aparentemente anárquica de hoyos de diferentes tamaños y formas, excavados en el suelo. estos hoyos fueron en su día mayoritariamente silos que, una vez en desuso, se rellenaron de los restos domésticos de una antiguo hábitat del que no se conserva nada más. Es lo que se conoce en la jerga como "campo de hoyos".

A pesar de lo poco grato del registro y de los contextos de aparición de los restos, que a su vez eran pocos, escasos y fragmentados, la investigación ha deparado unos resultados interesantes. Principalmente se han identificado:
  • moluscos de agua dulce, (Margaritifera auricularia, Potomida littoralis y Familia Unionidae) que con toda probabilidad fueron recolectados en los cercanos rios Vena y Morquillas
  • un molusco marino (Ruditapes decussatus), conocido vulgarmente como almeja fina. Su hábitat preferido se sitúa en zonas arenosas o fangosas de la parte baja del mesolitoral y en el infralitoral, por lo que está presente, fundamentalmente, en zonas de ría y estuario. Es imposible discernir si procede de la costa atlántica o la mediterránea. En cualquier caso, es verdaderamente singular la presencia de este fragmento, dentro de un contexto ajeno a los lugares de aparición habitual, como las tumbas.
  • moluscos terrestres (Cepaea nemoralis), cuya presencia en el yacimiento probablemente sea natural y no tenga que ver son la actividad humana.
Tipos de moluscos de El Hornazo. Fuente Gutiérrez Zugasti et al 2014

Identificadas las especies, la pregunta que había que tratar de resolver era ¿cual fue la función de los moluscos? en definitiva ¿qué pintaban estos restos allí? Pregunta harto difícil de responder puesto que no se dispone de evidencias directas que lo expliquen. En el caso de los moluscos de agua dulce los especialistas discrepan respecto de si se emplearon como alimento o no. Ni el valor energético, ni lo correoso y poco gratificante de su sabor, ni su bajo número en los yacimientos parecen indicar que fueron recursos consumidos. ¿Pudieron emplearse entonces como herramientas? Puede ser. hacen las veces de perfectas cucharas o pequeños contenedores, por ejemplo. También pudieron transportarse al yacimiento debido a resultar objetos curiosos. No lo tenemos claro.

Más interrogantes existen sobre el uso de la concha marina. Aunque no presenta evidencias claras sobre su función, parece claro su vinculación con el intercambio de bienesLos datos relacionados con el flujo de objetos a través de intercambio en el Calcolítico de la zona oriental de la Meseta Norte inciden en lo mismo: una escala reducida y mayoritariamente dirigida a la obtención de bienes de subsistencia. Por eso es más curiosa aún la presencia de esta concha marina pues da cuenta de otra dimensión pero que, al fin y al cabo, pudo producirse a través del intercambio personal dentro del modelo down-the-line o en cadena, entre personas como regalo o don. Hemos de recordar que por aquel entonces los objetos no son mercancías con un valor "medible"; no existe el mercado como herramienta económica ni el comercio en que una parte gana llevando y trayendo objetos de un sitio a otro. Los objetos en el intercambio personal tienen un valor simbólico, el cual conocen los intercambiadores, que representa un vínculo entre personas, sea este el que sea, y que básicamente sirve para reforzar los vínculos entre individuos y/o comunidades. En nuestros días, este comportamiento ha quedado fosilizado en los regalos que hacemos a nuestros seres queridos y refuerza nuestros lazos. Debido a su contenido simbólico suelen ser empleados en muchas ocasiones objetos exóticos, como las conchas.

Tampoco hemos de olvidar que aunque tenemos la certeza de que el objeto ha llegado aquí desde la costa, no sabemos el tiempo que ha empleado para hacerlo. ¡No es necesario que lo haga en 24 horas! Pueden haber sido trasvasado durante generaciones dentro de un sistema de intercambio y regalos que era práctica habitual entre los hábitos sociales de las comunidades de la Prehistoria.

Referencias:

Gutiérrez Zugasti; I.; Carmona Ballestero, E.; Cuenca Solana, D.; Pascual Blanco, P.; Vega Miguel, J.(2014): “El papel de los moluscos de agua dulce durante el Calcolítico en la Meseta: una visión desde el yacimiento de El Hornazo (Villimar, Burgos)”. En Cantillo, J.J.; Bernal, D. y Ramos, J. (eds): Moluscos y púrpura en contextos arqueológicos atlántico-mediterráneos. Nuevos datos y reflexiones en clave de proceso histórico, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, Cádiz: 107-115

domingo, 18 de mayo de 2014

El extraño caso de la mujer enterrada boca abajo

Alrededor de los yacimientos arqueológicos suelen existir algunos mitos que forman un llamativo corpus de leyendas que siempre resultan curiosas. Quien más o quien menos ha oído hablar del túnel que comunica el castillo X con el pueblo Y, del tesoro del Moro, del los muertos de la Francesada y otras narraciones habituales que forman parte del acervo popular destinado a dar respuesta a la presencia de restos observados por los habitantes del entorno rural. Entre ellas siempre me había resultado particularmente sórdida la narración que se refería al hallazgo de muertos enterrados boca abajo, como castigo, solían añadir mis contertulios. El escepticismo, alentado por mi formación académica, no tomaba muy en serio la posibilidad de encontrar restos esqueléticos dispuestos en semejante pose. La verdad, no podía sospechar que mis colegas de 2B Arqueología y Gestión del Patrimonio un día encontrasen algo así.


En el yacimiento calcolítico de Fuente Celada (Alfoz de Quintanadueñas, Burgos) dentro del denominado Hoyo 19 aparecieron los restos esqueléticos de una mujer joven, de unos 20 años de edad, dispuestos boca abajo, de manera casi vertical. Los restos se encontraron en conexión anatómica y, por su disposición, parecían indicar que el cadáver se había arrojado sin más cuidado al hoyo y había quedado sepultado tras esta acción. El único parangón hasta el momento que conozca se encuentra en el yacimiento de Las Matillas (Madrid), en este caso asociado a un depósito secundario de los restos esqueléticos (Díaz del Río et al. 1997: 104). 

Montaje donde se puede observar la disposición de los restos esqueléticos en el Hoyo 19 de Fuente Celada y el conjunto de restos cerámicos que se incluyeron en en el enterramiento. Fuente: Carmona 2011

El enterramiento en fosa durante la Prehistoria Reciente es una práctica habitual. La mayoría de los casos registrados se realizan dentro de antiguos silos excavados en el suelo que acogieron enterramientos individuales o colectivos, con los cadáveres dispuestos en posición fetal normalmente, sobre un costado. En ocasiones los difuntos se acompañaban de objetos personales (ajuares) y ofrendas (restos de comida depositados en recipientes de cerámica, objetos de metal, de hueso, restos de animales, etc...). Incluso en alguna ocasión los cadáveres eran "pintados" con ocre.  

En el caso del enterramiento del Hoyo 19 de Fuente Celada se concentra una de las mayores acumulaciones de material cerámico del yacimiento: casi el 20 del total documentado (Alameda el al 2011). Así mismo, el sedimento que cubría al esqueleto contaba con los únicos restos de caballo y de cerdo o jabalí de Fuente Celada; y, una última peculiaridad, en el fondo de la misma estructura se encuentra un fémur de perro. La cantidad de elementos arqueológicos acumulados en este enterramiento, y la naturaleza de los mismos (cerámica y restos óseos de animales domésticos), sugieren que el enterramiento estuvo acompañado por algún tipo de ceremonial funerario, con toda probabilidad algún festejo o banquete vinculado al deceso, cuyos restos acompañaron a la difunta. 

La cantidad de peculiaridades curiosas que acompañan a este enterramiento son excesivas para deberse exclusivamente al azar. Desde luego parece que tanto la disposición del cadáver, poco habitual en el registro arqueológico, como la acumulación de restos parecen indicar que mis colegas descubrieron un evento funerario un tanto particular. Lamentablemente los datos de que se disponen no permiten dar respuestas sin caer en la especulación. Es sugerente la idea de que se pudiera tratar de un sacrificio, pero los análisis antropológicos no han detectado ningún tipo de lesión que se relacionase con la causa de la muerte (¡¿donde estarán los de CSI cuando se les necesita?!). En realidad no hay información sobre la causa de la muerte. Desde luego, el trato dado al cadáver se sale de la norma conocida en ese momento. No se pueden dar respuestas, así que, de momento, el caso lo dejamos abierto...

Referencias:


- Alameda Cuenca-Romero, M. C., Carmona Ballestero, E., Pascual Blanco, S., Martínez Díez, G. y Diez Pastor, C. (2011): "El "Campo de Hoyos" calcolítico de Fuente Celada (Burgos): datos preliminares y perspectivas", Complutum. 22(1): 47-69.
- Carmona Ballestero, E. (2011): “El registro funerario de Fuente Celada (Burgos): prácticas funerarias de las comunidades calcolíticas de la Meseta Norte”, Estrat Critic/Actas de las III Jornadas de Jóvenes en Investigación Arqueológica 2010, 5 (I): 502-507
- Díaz Del Río, P., Consuegra, S., Peña Chocarro, L., Márquez, B., Sampedro, C., Moreno, R., Albertini, D. y Pino, B. (1997): Paisajes agrarios prehistóricos en la meseta peninsular: el caso de "Las Matillas" (Alcalá de Henares, Madrid). Trabajos de Prehistoria, 54 (2): 93-111.

martes, 13 de mayo de 2014

Paisajes del pasado e identidad: Las salinas de Poza de la Sal y Salinas de Medinaceli

Uno de los temas de interés de este blog son los paisajes heredados. El estudio de los mismos, su puesta en valor y la ponderación del impacto que generan sobre las comunidades rurales se puede afrontar de muy diversas maneras, incluso dentro de un punto de vista exclusivamente Patrimonial. 

Dentro de este marco, Eduardo Arancón Torrecilla, de la Universidad de Burgos, presentó en el II Foro de las Identidades de Castilla y León celebrado en Salamanca un estudio que analizaba la relación entre un paisaje actualmente fósil (las salinas) y la percepción que las comunidades rurales actuales tienen sobre el mismo. Para ello, llevó a cabo un trabajo de campo en dos localidades del este de Castilla y León: Poza de la Sal en Burgos y Salinas de Medinaceli en Soria. 

Este tipo de paisaje tiene un enorme arraigo en varias localizaciones de la Meseta Norte donde se ha acreditado la explotación de los espacios salineros desde la Prehistoria (Abarquero et al 2012). La milenaria tradición se ha perdido como actividad económicamente rentable, lo que pone en riesgo tal singular paisaje. 

Paisaje fosilizado: Poza de la Sal. Autor: Arancón Torrecilla.

Según este estudio, estos elementos tras haber perdido su condición económica, se han convertido en un elemento patrimonial que se han introducido en el ideario colectivo como un elemento de identidad comunitario: se han trasformado en un símbolo enormemente poderoso que aúna a su localidad y a la sociedad que mantiene. Aunque esto es común en los dos casos analizados, parece que el apego y valoración sobre el paisaje fósil es más pronunciado en Poza de la Sal que en Salinas de Medinaceli. Y es que, a pesar de este arraigo, la situación de decaimiento económico y demográfico afecta de manera desigual en ambos casos. En este sentido, la comunidad en riesgo de desaparecer está mucho más predispuesta a sustituir uno de sus elementos de identidad colectiva más importantes por salvarse de la destrucción, mientras que la otra, al no sentir tan de cerca ese peligro (y ver que las salinas redundan positivamente en el municipio) se niegan a perder una de sus señas de identidad.

Como último aspecto relevante, el trabajo señalado pone de manifiesto la poca atención la mayor parte de los paisajes salineros, lo que es especialmente alarmante dado el escaso número que existe en la Comunidad Autónoma de Castilla y León y de su especial valor dentro del Patrimonio Cultural en sus distintas facetas: arqueológica, arquitectónica, etnográfica e histórica.

Referencias:

Abarquero Moras, F.J.; Guerra Doce, E.; Delibes de Castro, G.; Palomino Lázaro, A. y del Val Recio, J. (2012): Arqueología de la Sal en las Lagunas de Villafáfila (Zamora): Investigaciones sobre los cocederos prehistóricos, Monografías. Arqueología en Castilla y León 9, Junta de Castilla y León.


domingo, 11 de mayo de 2014

Un estudio experimental investiga la conservación de grasas de pescado en cerámicas prehistóricas

El pasado 8 de mayo se presentaron en el IV Congreso Internacional de Arqueología Experimental, celebrado en Burgos, los resultados preliminares de una investigación que trata de indagar sobre los restos de grasas de pescado en cerámicas prehistóricasEl estudio forma parte de un Trabajo de Fin de Grado actualmente en marcha desarrollado por Olga Ordóñez de la Universidad de Burgos, dirigido por Isabel Jaime y Susana Palmero, en el que colaboran los arqueólogos Cristina Vega y Eduardo Carmona.

Un momento durante la presentación de los resultados en el IV Congreso Internacional de Arqueología Experimental
La cerámica es un material poroso que tiene la capacidad de conservar lípidos en su interior durante mucho tiempo. Por esta razón se pueden encontrar restos de grasas de los alimentos que contuvieron los recipientes, especialmente en los de cocina y de servicio. Estos lípidos se pueden extraer de las cerámicas a través de procedimientos químicos para luego intentar identificar el alimento al que pertenecieron. De hecho, el trabajo de investigación se centra en la experimentación con restos de pescado debido a que, tal y como avanzaron en la XXXIV Reunión bienal de la Real Sociedad Española de Química parte de los investigadores de este equipo, se detectaron posibles ácidos grasos de pescado en los recipientes cerámicos recuperados en el Dolmen de Arroyal I (Alfoz de Quintanadueñas, Burgos). La presencia de restos de pescado en cerámicas prehistóricas no es una novedad pero son relativamente pocos los casos detectados aún en Europa a través de los análisis de contenidos.


Uno de los problemas con los que se topó el equipo es con la identificación de las especies a las que pertenecen pues las grasas recuperadas se han degradado con el paso del tiempo. La investigación ha obtenido muestras degradadas experimentalmente para comprarlas con las arqueológicas y desentrañar cuales fueron las especies de pescado consumidas. De momento, la identificación de tales especies sigue resultando una tarea pendiente que se espera resolver en un futuro cercano a través de la metodología experimental diseñada.

sábado, 3 de mayo de 2014

Epígrafes funerarios y espacio rural "romano": el caso de Las Uces (Salamanca)

A pesar de lo que pueda parecer el mundo rural de época romana fuera de las monumentales villas es un gran desconocido. Incluso en aquellos escenarios donde las fuentes escritas proporcionan documentos de primera mano para investigar. En esta entrada se presenta un ejemplo en este sentido, relacionado con el hallazgo de una serie de epígrafes en la localidad salmantina de Las Uces. En concreto, son 4 epígrafes de naturaleza funeraria que se suman a otros tres conocidos anteriormente por la bibliografía. 

Inscripción 1. Fuente: Cortés et al 2011
El hallazgo permitió realizar un pequeño trabajo de investigación que puso de relieve la pertenencia de estos elementos al grupo de epígrafes conocidos en las actuales provincias de Salamanca y Ávila y norte de Cáceres. La distribución de los mismos coincide, en líneas generales, con el área ocupada por la etnia vettona. Las inscripciones de Las Uces, más concretamente, se pueden vincular a los conjuntos de Hinojosa de Duero y Yecla de Yeltes, de tal modo que la acumulación de coincidencias formales ponen de manifiesto la existencia de taller epigráfico en la zona, quizá ubicado en las cercanías del castro de Cabezo de San Pedro en Hinojosa de Duero. La cronología de las inscripciones descubiertas oscila entre los siglo I y II d.C. Por lo tanto, no es descabellado concluir que en las inmediaciones de Las Uces se ubique una necrópolis de dicha época, muy seguramente en la zona conocida como Cortinas del Bardial. 


Inscripción 2. Fuente: Cortés et al 2011
Los problemas comienzan cuando se intenta relacionar estas inscripciones con el posible hábitat con el que se vincularon en su momento. En ese sentido, llama poderosamente la atención la carencia de materiales arqueológicos fuera de los de naturaleza pétrea. Tradicionalmente se ha venido considerando la posibilidad de que bajo Las Uces existiese un hábitat de la Segunda Edad del Hierro y de época romana. Como argumento a favor de esta hipótesis se ha utilizado la presencia de las consabidas inscripciones, la actual trama urbana, que recuerda a la ordenación campamental romana, y los presuntos lienzos de muralla visibles parcialmente en algunos puntos de la localidad. No obstante, la ausencia de restos materiales habituales en los yacimientos de naturaleza urbana –cerámica, metales, restos óseos,…- supone un problema serio en cuanto a la interpretación de las evidencias. Bien es cierto que todas ellas se reconocen en superficie y que es posible que el subsuelo albergue restos de otra naturaleza que no se observan y permitan afinar en esta cuestión. Sin embargo, a la luz de la información actual, es posible tratar de aclarar alguna cuestión.Todas las evidencias remiten a momentos romanos, por lo que es posible descartar la existencia de un yacimiento prerromano. 


Inscripción 3. Fuente: Cortés et al 2011
Por otro lado, no está clara cual es la naturaleza exacta de la ocupación romana. El conjunto epigráfico permite asimilar el yacimiento con los castros indígenas romanizados de Yecla la Vieja en Yecla de Yeltes y Cabezo de San Pedro en Hinojosa de Duero. Sin embargo, a diferencia de aquellos, el amurallamiento de Las Uces ofrece dudas, ya sea en cuanto a su origen indígena como a su verdadera interpretación como elemento castrense. En este sentido, quizá se puede integrar mejor dentro del nutrido grupo de hábitats rurales indefinidos que jalonan el occidente de Salamanca. La condición de estos hábitats se aleja tanto de estos castros romanizados como de las villae romanas. El modelo de espacio rural que se infiere se adecua más al compuesto por aglomerados de población secundarios y que se denomina como vici et castellae, en el que los castella podrían corresponderse con los castros romanizados y dentro de vici se integran núcleos rurales de distinta naturaleza. En cualquier caso, las evidencias apuntan a asentamientos rurales habitados por indígenas romanizados que a partir de mediados del siglo I d.C. y hasta el siglo IV d.C. hacen uso de la práctica epigráfica funeraria de tipo romano.


Inscripción 4. Fuente: Cortés et al 2011
El caso de Las Uces no es único. Recuerda, al menos en parte, a otros como Lara de los Infantes (Burgos), donde la cantidad de documentación epigráfica no solo funeraria sugiere la presencia de un hábitat asociado -en este caso con categoría jurídica de ciudad (Nova Augusta)- que no acaba de manifestarse claramente a través de las evidencias materiales. Desde mi punto de vista, en ambos casos la problemática es la misma: se buscan los indicadores arqueológicos equivocados. Por esta razón, una parte esencial de la representación arqueológica de los espacios rurales de época imperial continua siendo esquiva a los ojos de los arqueólogos. El error radica, desde mi punto de vista, en que se siguen buscando localizaciones que reproduzcan miméticamente las condiciones de las ciudades más importantes o de los asentamientos rurales señoriales y no siempre los restos de época romana tienen la misma monumentalidad y prestancia material. De hecho, el mundo rural de época romana, o mejor dicho, aquel fuera de los espacios monumentales de las villas, continúa estando desatendido por la mayor parte de los investigadores. Por esta razón, el campesinado sigue sin ser protagonista incluso en los espacios rurales del Imperio romano. Es necesario cambiar el enfoque y pensar que bajo el paraguas de la romanidad se podrían dar diversas fórmulas de ordenación y explotación del espacio rural. En algunos casos, como en Las Uces, el modelo pone de manifiesto la raigambre indígena que escapa de los estándares clásicos. Nada sorprendente cuando incluso hoy, bajo el mismo sistema político y semejantes parámetros económicos, la explotación de los espacios rurales conoce de distintas manifestaciones. Entonces ¿por qué no en el pasado?